
Tengo cuero muy bueno para venderle
a quienes quieran hacerse zapatos con el
Gurdjieff creía que los hombres y las mujeres son divisibles
en un número comparativamente pequeño de tipos, y que lo aplicable a un tipo,
no lo es necesariamente a otro. De tal manera, la instrucción tiene que ser
dada en forma individual, y es obvio que esto no puede hacerse en un libro.
También preví la dificultad de presentar ideas, primero en la forma cruda en
que las recibí de Ouspensky, para mostrar después la gradual profundización de
mi comprensión de ellas con el correr de los años.
Este lento progreso en la comprensión, sólo podía ser
sugerido en un libro observando el tiempo con un telescopio, y el resultado
podía resulta confuso, por dejar al lector a menudo lleno de dudas sobre si las
ideas que yo exponía habían sido recibidas así de Ouspensky, o si yo las había
entendido en esa forma mucho tiempo después. Ese método de presentación,
también podría llevarme a poner en boca de Ouspensky palabras que él nunca
hubiera pronunciado, aun cuando ellas pudieran estar completamente de acuerdo
con su enseñanza. Todo esto me hizo advertir claramente que habría de
enfrentarme con muchas dificultades al escribir sobre las ideas de Gurdjieff.

Gurdjieff dijo una vez: "Tengo cuero muy bueno para
venderle a quienes quieran hacerse zapatos con el", y cuando estas
palabras llegaron a mi mente, inmediatamente me proporcionaron el plan correcto
para mi obra. No hay mejor descripción que ésta del rol desempeñado por
Gurdjieff como maestro. Era un hombre que tenía ideas de una calidad extraordinaria
para venderle a quienes necesitaran ideas de esa clase. Además había utilizado
deliberadamente la palabra "vender", porque siempre sostuvo que los
hombres no eran capaces de apreciar ninguna cosa que no se vieran obligados a
pagar para conseguirla; el pago no tiene que ser forzosamente con dinero; pero
algo tienen que sacrificar para poder apreciar debidamente el cuero que
adquieren. Otro punto importante sobre el que hizo hincapié en esta breve frase
suya, fue que el cuero era para aquellos que fueran a utilizarlo en forma
práctica, y no para diletantes o exhibicionistas que lo quisieran solamente
para lucirse. El comprador tenía que elaborar algo con el cuero que había
comprado, y nada podía resultar más útil que un par de zapatos fuertes para el
difícil viaje que es la vida. Advertí que el propósito que yo tenía que tener
en vista mientras escribiera el proyectado libro, debía ser el de mostrar al
lector lo excelente que era el cuero de Gurdjieff; y exhibir luego los zapatos
que había fabricado con él. La mano de obra y el diseño de mis nuevos zapatos
podrían, naturalmente, haber sido mucho mejores. pero algo hay que decir en su
favor, y es que son mi propia obra. y están hechos a mano.
Como se verá más adelante. después de haber hecho una reseña
de las ideas de Gurdjieff, las comparo frecuentemente con otras afines
provenientes de fuentes científicas, filosóficas y religiosas. He realizado
estas comparaciones, porque desde hace muchísimo tiempo ha despertado en mí
gran interés, comparar personalmente y contraponer las ideas de Gurdjieff a las
que se me han presentado a través de variadas lecturas en el curso de los
últimos treinta años. He descubierto muchas analogías llamativas en esta forma.
pero lo que quiero acentuar aquí, es que no pueden encontrarse en ninguna otra
parte tantas ideas de esta naturaleza reunidas en un todo sustancial en sí
mismo y coherente. Quizá sea mejor emplear un símil totalmente distinto,
asimilando el sistema de enseñanza de Gurdjieff a un organismo viviente, dentro
del cual ya cada una de las partes se relaciona con todas las demás, y depende
de ellas.
Como la enseñanza de Gurdjieff posee las cualidades de
coherencia. integración y desarrollo que son características de la vida, es por
ello que estoy tratando de llevarla a conocimiento de otra gente, en la medida
en que es posible hacerlo en forma de libro. Esta última frase condicional es
necesaria, pues la formulación y la impresión exprimen de la palabra hablada
casi toda su vitalidad, del mismo modo que cuando se aprieta a una flor, se la
priva de casi toda su belleza. Todas las grandes religiones se han visto
expuestas a este proceso desvitalizante. Cuando las enseñaron sus fundadores
eran cosas hermosas, vivas, pero cuando los escribas, los fariseos y los
abogados las asentaron en libros y rollos, quedaron tan desamparadas y resecas
como los Treinta y Nueve Artículos de la Iglesia Anglicana.
Desgraciadamente no hay forma de evitar el efecto
desvitalizante que tienen los libros sobre la enseñanza oral, y todo lo que
puede hacerse a esta altura es advertir al lector que eso puede ocurrir. Tiene
que ser puesto en guardia sobre otra cuestión, es decir, sobre el empleo de la
palabra "sistema" en relación con la enseñanza de Gurdjieff. Es una
palabra que debiera de haberse evitado, pero lamentablemente ha sido confirmada
por un largo uso. La razón de que sea objetable es que la palabra
"sistema" está íntimamente relacionada en nuestras mentes con
adjetivos calificativos tales como correcto e incorrecto, ortodoxo y heterodoxo,
y éstas son palabras a las que Gurdjieff se hubiera opuesto con todas sus
fuerzas.
También se opone a ellas otro maestro moderno de las
verdades espirituales: Krishnamurti, quien deplora nuestra tendencia a
organizar y sistematizar la sabiduría, y lo ilustra con una parábola. Narra que
un día el diablo y un amigo salieron a dar un paseo por la tierra, y en eso
vieron a un hombre que se agachaba de golpe y levantaba algo del suelo. Dijo el
amigo del diablo: "Será mejor que te pongas en guardia, pues ese
hombre que está allí ha recogido una partícula de la
verdad."
El diablo sonrió. sin perturbarse en lo más mínimo. "No
hay ningún peligro -contestó- van a organizarla y sistematizarla, No hay motivo
para preocuparse."
El Maestro Zen del Budismo compara toda enseñanza a un dedo
que apunta hacia la luna, y reprende muy severamente al discípulo, si éste pone
el énfasis sobre el dedo en lugar del objeto al que el dedo apunta. Del mismo
modo debe considerarse a la enseñanza de Gurdjieff como un dedo que dirige la
atención sobre ciertos principios y métodos que, empleados acertadamente,
conducen a determinados resultados. Todo lo que este libro puede hacer es dar
al lector una idea sobre algunos de los métodos y principios que empleaba
Gurdjieff. Imaginar que con cualquier libro puede lograrse algo más que eso, es
obviamente absurdo. Gurdjieff no trazó diagramas sobre un pizarrón para enseñar
con ellos. Su método de instrucción era mucho menos cómodo para su clase.
Extraía de nosotros trozos vivientes de experiencia y con ellos enseñaba. Uno
descubría que sus propias vanidades y tonterías diminutas eran utilizados como
ejemplos con los cuales Gurdjieff podía demostrar a la clase la naturaleza
mecánica de la vida humana. Un libro no es más que un sustituto muy pobre de una
enseñanza tan vital y directa como ésta.
Kenneth Walker

