Carta de Abraham Lincoln al maestro de su hijo

Abraham Lincoln fue el decimosexto presidente de los Estados Unidos. Introdujo medidas que dieron como resultado la abolición de la esclavitud y aprobó la Decimotercera Enmienda a la Constitución en 1865.


Abajo adjuntamos una carta que escribió al profesor de su hijo en 1830. A pesar que esta carta fue escrita hace más de 100 años sigue siendo una inspiración y parece que se escribió ayer.











Carta de Abraham Lincoln al maestro de su hijo .

Tendrá que aprender, lo sé,
que no todos los hombres son justos,
no todos los hombres son veraces.
Pero enséñale también que
por cada sinvergüenza hay un héroe;
que por cada político egoísta,
hay un líder dedicado…
Enséñale que por cada enemigo hay un amigo. Aléjalo de la envidia,
si puedes,
enséñale el secreto de
la risa silenciosa.








Déjale aprender pronto que
los abusadores son los más fáciles de vencer...
Enséñale, si puedes,
la maravilla de los libros...
Pero dale también tiempo tranquilo
para reflexionar sobre el misterio eterno de los pájaros en el cielo,
las abejas en el sol
y las flores en una ladera verde.








En la escuela enséñenle
que es mucho más honorable fracasar
que hacer trampa...
Enséñenle a tener fe
en sus propias ideas,
incluso si todos le dicen que
están equivocadas...
Enséñenle a ser amable
con la gente amable
y duro con los duros.








Procura darle a mi hijo
la fuerza para no seguir a la multitud
cuando todos se suben al carro de la música…
Enséñale a escuchar a todos los hombres…
pero enséñale también a filtrar
todo lo que oye en una pantalla de verdad,
y a tomar sólo lo bueno
que llegue.








Enséñale, si puedes,
a reír cuando esté triste...
Enséñale que no hay vergüenza en llorar.
Enséñale a burlarse de los cínicos
y a tener cuidado con el exceso de dulzura...
Enséñale a vender su fuerza
y su cerebro al mejor postor,
pero nunca a ponerle precio
a su corazón y a su alma.








Enséñale a cerrar los oídos
ante una turba aullante
y a plantar cara y luchar
si cree tener razón.
Trátalo con cariño,
pero no lo acaricies,
porque solo la prueba
del fuego hace acero fino.








Que tenga el coraje
de ser impaciente...
que tenga la paciencia de ser valiente.
Enséñale siempre
a tener una fe sublime en sí mismo,
porque entonces tendrá
una fe sublime en la humanidad.








Es un pedido grande,
pero mira lo que puedes hacer... ¡
Es un muchacho tan lindo,
mi hijo!

*











“QUERIDO PROFESOR, mi hijo tiene que aprender que no todos los hombres son justos ni todos son veraces, enséñele que por cada villano hay un héroe, y que por cada egoísta hay un generoso.

También enséñele que por cada enemigo hay un amigo y que mas vale moneda ganada que moneda encontrada.

Quiero que aprenda a perder y también a gozar correctamente de las victorias. Aléjelo de la envidia y que conozca la alegría profunda del contentamiento.

Haga que aprecie la lectura de buenos libros, sin que deje de entretenerse con los pájaros, las flores del campo y las maravillosas vistas de lagos y montañas.

Que aprenda a jugar sin violencia con sus amigos. Explíquele que vale mas una derrota honrosa que una victoria vergonzosa. Que crea en si mismo y sus capacidad de saunque quede solito, y tenga que lidiar contra todos.

Enséñele a ser bueno y gentil con los buenos y duro con los perversos .Instrúyalo a que no haga las cosas porque simplemente otros lo hacen, que sea amante de los valores.

Que aprenda a oír a todos, pero que a la hora de la verdad, decida por si mismo. Enséñele a sonreír y mantener el humor cuando esté triste y explíquele que a veces los hombres también lloran.

Enséñele a ignorar los gritos de las multitudes que solo reclaman derechos sin pagar el costo de sus obligaciones.

Trátelo bien pero no lo mime ni lo adule, déjelo que se haga fuerte solito. Incúlquele valor y coraje pero también paciencia, constancia y sobriedad.

Transmítale una fe firme y sólida en el Creador. Teniendo fe en Dios también la tendrá en los hombres. Entiendo que le estoy pidiendo mucho pero haga todo aquello que pueda.



Abraham Lincoln, 1830